En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía
divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto
año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su
semilla con los vecinos.
- ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también
entra al mismo concurso? preguntó el reportero. -Verá usted, dijo el
agricultor. El viento lleva el polen de un sembrío a otro. Si mis
vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada
echaría a perder la calidad del mío. Si siembro buen maíz, debo ayudar a
que mi vecino también lo haga.
Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes decidan vivir bien, deben
ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide
por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben ayudar a
que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está
unido al bienestar común.
Gálatas 6:2
Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo.

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