Cuando nuestras oraciones no son contestadas, queremos saber qué le pasa a Dios. Es más fácil culparle a Él que mirarnos al espejo y decir: “Quizás soy yo el problema”. Ahora vamos a revisar 5 barreras frecuentes que impiden una oración.
Barrera nº 1: Falta de oración
Seamos honestos; ¿cuántas veces decidimos orar por algo, lo añadimos a nuestra lista de oración, decimos que oraremos sobre ello, y casi lo hacemos? De cuando en cuando piensas hacerlo, pero casi nunca oras por ello en modo alguno. ¿Por qué no contesta el Señor? ¡Porque todavía no has orado! Algunos de nosotros vivimos bajo la consigna: “¿Por qué orar si puedes preocuparte?”. “¿Por qué orar si puedes intentar conseguirlo tu sólo trabajando hasta la muerte?”. “¿Por qué orar si puedes vivir sin ello?”. Entiéndelo bien: cuando trabajamos, trabajamos nosotros; cuando oramos, ¡Dios trabaja!Barrera nº 2: Pecado inconfeso
Escucha: “…vuestros pecados han hecho que oculte de vosotros su rostro para no oíros” (Isaías 59:2b). Dios espera que mantengas tu integridad personal, muestres consideración y amor hacia los demás, y le pongas a Él en el primer lugar de tu vida. Escucha: “… lo que pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8b). Éstas no son sugerencias, ¡son requisitos! Si no los cumples, no esperes que Dios conteste tus peticiones; malgastas tus palabras, a no ser que sea una oración de confesión. Primero busca su perdón, y entonces Él te escuchará cuando le derrames tu corazón.“…RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO, Y ENTONCES VUELVE Y PRESENTA TU OFRENDA” (Mateo 5:24b)
Barrera nº 3: Conflicto sin resolver
Escucha esta Escritura: “…si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda…, reconcíliate…, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23,24). Escucha de nuevo: “…maridos…, vivid con ellas sabiamente, dando honor…, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7). Muchos de nosotros subestimamos lo comprometido que Dios está en edificar y conservar nuestras relaciones amorosas. No tiene sentido orar si estamos continuamente envueltos en conflictos. Juan escribió: “El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en tinieblas” (1 Juan 2:9). El Señor sólo te escuchará cuando salgas a la luz, trates con lo que te separó de la otra persona, e intentes restaurar la relación.Por supuesto, no siempre es posible reparar situaciones. Pablo escribió: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Pero algunas veces, la otra persona prefiere continuar con el conflicto antes que aceptar tus disculpas. Si esto ocurre, mira en lo profundo de tu corazón. ¿Has intentado sinceramente arreglar la situación, o dejas algo atrás? ¿Realmente quieres restaurar la relación, o prefieres dejar las cosas como están para que “supuren”? Si tus intentos han sido de todo corazón y honestos, Dios no permitirá que una relación rota interfiera en tus oraciones. Pero si tus intentos han sido en desgana y egoístas, prueba de nuevo, y ¡esta vez de verdad!
“PEDÍS, PERO NO RECIBÍS, PORQUE PEDÍS MAL…” (Santiago 4:3)
No hay comentarios:
Publicar un comentario