Charlotte
Elliot (1789-1871), después de haber vivido treinta años sin
preocupaciones, cayó gravemente enferma. Entregó su vida a Cristo tras
haber hablado con el predicador César Malan, quien le dijo: «Vaya a
Jesús sencillamente tal como es». Enferma y postrada gran parte de su
vida, vivía en casa de su hermano. Cierto día, en 1834, cuando se sentía
inútil y acongojada por ser una carga para la familia, recordó cómo
Dios la había acogido. Fue entonces cuando compuso un poema al cual más
tarde se le puso música y se tradujo a varios idiomas. Un día su hermano
dijo: «Durante mi largo ministerio, este simple himno llevó mucho más
fruto que todo lo que pude hacer».
Tal como soy, de pecador,
sin más confianza que tu amor,
ya que me llamas, acudí,
Cordero de Dios, heme aquí.
***
Tal como soy, buscando paz,
en mi desgracia y mal tenaz,
conflicto grande siento en mí,
Cordero de Dios, heme aquí.
***
Tal como soy, con mi maldad,
miseria, pena y ceguedad,
pues hay remedio pleno en ti,
Cordero de Dios, heme aquí.
***
Tal como soy, me acogerás;
perdón, alivio me darás,
pues tu promesa ya creí,
Cordero de Dios, heme aquí.
***
Tal como soy, tu compasión,
vencido ha toda oposición,
ya pertenezco sólo a ti,
Cordero de Dios, heme aquí.
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