La Biblia nos habla de un nombre que nadie “conoce sino aquel que lo recibe”. Ese nombre será la recompensa de los creyentes vencedores que descubrirán su verdadera identidad. Conocerán como fueron conocidos por Dios mismo. Se darán cuenta del trabajo que él hizo en ellos para que fuesen conformes a la imagen de su Hijo. También comprenderán el porqué de muchas pruebas, cuando contemplen los gloriosos resultados.
Ahora el Señor desea comunicarse con los suyos que todavía están en la tierra. Quiere mostrarme quién soy: una criatura frágil, por supuesto, pero también una persona única para él, a quien ama personalmente y por la eternidad. Cuanto más disfruto de su amor, más desaparece el sentimiento de soledad. A medida que avanzo en la vida descubro mi nueva identidad en Cristo y reconozco que para él tengo valor. “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20); desea tenerme a su lado para siempre (Juan 17:24). Si vivo en comunión con el Señor, puedo seguirle paso a paso, poniendo la mirada en él y tratando de agradarle.
Hechos 15:11
Juan 6:47
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