Los términos
“Apretarse”, darse unos “kises”, apercollarse, “besuquiarse”, “coparse”
(este es de los años 70`s), o algún otro sinónimo similar, son
simplemente formas curiosas de llamar a los besos entre parejas. O dicho
en términos más científicos, los besos son la unión de una boca con
otra boca, que en buena teoría incluyen: romance, sentimientos y amor.
Específicamente las relaciones alicate son todas aquellas
donde no hay un compromiso real de por medio ya sea por parte de él, de
ella o de los dos. Son sólo besos y nada más (nada más en el mejor de
los casos).
Este tipo de relación se presenta
muchísimo en la adolescencia, hasta son capaces de hacer competencias
sobre todo en los bailes del colegio, para ver con cuántas pueden
apretar en la “tarde juvenil”.
El problema principal es que así como ellas o ellos te besaron, así lo seguirán haciendo con todos o todas las demás. De flor en flor, de boca en boca, de labio en labio, de beso en beso.
No desmerito la sensación maravillosa que se siente cuando experimentamos los besos y sobre todo cuando sabemos que la otra persona también lo siente. Los besos deben
significar algo más que un logro, algo más que una oportunidad de
mostrar lo galán que soy o lo hermosa que es ella. Sólo deben besarse
aquellos que han entendido lo que realmente es un beso y las
consecuencias que conlleva.
Las películas, series de televisión y
canciones han intentado destruir la hermosa sensación de dar un beso por
amor. Dan a entender que el sexo es un juguete, ¿cuánto menos los
simples besos?
Mi primer beso lo di cuando tenía 11
años de edad, ella era mi novia pero todavía no lo sabía. Yo era el
novio de ella, pero yo tampoco lo sabía. Ella era muchísimo mayor que yo
y eso me atemorizaba; ella tenía 12. Yo siempre quise aparentar que
sabía todo lo referente a los besos. Y llegó el día…
En medio de unas románticas matas de plátano, una hermosa vista que daba al matorral detrás de la casa de nuestra amiga
en común (siempre hay alguien que nos embarca), estábamos los dos:
¡listos para pasar al siguiente nivel! y así poder salir de la
virginidad bucal. Ella me miraba, yo la miraba, ella me sonreía, yo
también le sonreía, ella no decía nada, yo tampoco. Estábamos como a
diez metros de distancia (aunque le hubiera querido decir algo no me
habría escuchado). Hasta que nuestra amiga insistió en que debíamos
acercarnos. Un paso a la vez, una mirada cada vez más cerca, el corazón
se me quería salir del pecho. Era mi primer beso, con la niña de la cual
había estado enamorado por más de dos años. ¡Ayyy, qué romántico!
La abracé, ella se sonrojó y yo peor, el
color de mi cara se confundía con los tomates del matorral y a veces
con las matas de plátano, o sea, entre rojizo y verduzco. No sé con
exactitud pero lo que recuerdo es que por algún momento me sentí como
volando y por otro desmayando.
Y entonces sucedió…
Sí, sí… nos besamos. Ella a mí y yo a
ella. Duramos pegados boca con boca por espacio de diez minutos, esto lo
había practicado con mi babeada almohada por días (aunque evidentemente
nunca aprendí).
Después del beso, además de las náuseas
que sentí, la abracé y ella a mí, y así nos quedamos a la sombra de la
mata de plátano por treinta minutos más, sin decir palabra alguna, sólo
suspirando y dejando que nuestros corazones llegaran a tranquilizarse en
algún momento.
Pero ahora todo eso ha cambiado,
“Apretarse y halar”, o sea, darse un beso con quién sea y desaparecer
del mapa es lo normal. Sin romanticismo, sin flores, sin abrazos, sin
palabras tiernas, sin cartas de amor, sin matas de plátano haciendo
sombra, sin sentimientos, sin realidad. No confundamos amor con besos,
ni el uso de la razón con la emoción.
El amor no hace daño, el amor no
traiciona, el amor es maduro, el amor es sincero. El amor debe
expresarse más que con la boca, con el corazón, con los oídos cuando
escuchamos, con un abrazo cuando necesitamos compañía, con palabras de
aliento cuando hay desánimo o simplemente con una sonrisa cuando hay
alegría.
Autor: Marco Vega

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