Fondo Bíblico: Levítico
19:13,18,33,34; Mateo 22:37-40; Romanos 1:14; 13:8-10; Gálatas 6:9,10
Verdad central: El amor a Dios
nos permite amar a nuestro prójimo.
Texto áureo: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento
de la ley es el amor. Romanos 13:9,10
Bosquejo
I. El mandato de amar a otros
A. Tratando al prójimo como a uno mismoB. Dos grandes mandamientos ti.
II Compasión por todos
A. Pagando una deudaB. Haciendo lo bueno
III. Demostrando amor
A. El amor y la leyB. El resumen de todos los mandamientos
Objetivo
Saber lo que significa amar al
prójimo, y demostrar ese amor hacia toda persona por medio de las buenas obras.
Introducción
La parábola del buen samaritano es
una historia querida y conocida que habla de cómo tratar al prójimo. Según la
interpretación habitual, el hombre que fue golpeado y robado es el prójimo, y el
prójimo se define como cualquier persona que necesita ayuda.
Pero parece que Jesús puso más
énfasis en el hecho de que el prójimo fue el que ayudó a la víctima. Después de
contar la parábola, Jesús le pregunta al abogado escéptico: "¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?"
(Lucas 10:36). El prójimo es el que tiene compasión de la persona necesitada y
le ayuda. Así que la pregunta es: "¿Somos buenos prójimos o no?"
Comentario Bíblico
I. El mandato de amar a otros
Levítico (19:13,18,33,34; Mateo 22:37-40)
A. Tratando al prójimo como a uno mismo
El pasaje en Mateo nos hace
entender que aun cuando las estrictas reglas de la Ley estaban en pie, el
principio fundamental de la vida para el seguidor de Dios, era el amor divino.
La ley no fue escrita para el hombre justo, sino para los "transgresores y
desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos..."
(1 Timoteo 1:9).
Traten al extranjero "como a un
natural de vosotros" Moisés les dijo a los israelitas. Tal mandamiento era
demasiado para un israelita, quien sabía que su propio pueblo era escogido por
Dios. Los gentiles alrededor de ellos eran paganos. El mandamiento demuestra que
Dios nunca quiso excluir a los que no eran judíos de tener comunión con El.
Fueron los judíos quienes pensaron que ellos eran los únicos que recibirían la
misericordia de Dios. Por lo tanto, creían que sólo ellos eran dignos de recibir
privilegios especiales.
Pregunta: ¿Por qué debían los
israelitas tratar a los extranjeros (los gentiles) mejor de lo que los
extranjeros los habían tratado a ellos?
Los israelitas debían tratar bien a
los extranjeros porque (1) los israelitas habían sido extranjeros en Egipto y
sabían bien lo que era quedar excluidos, y (2) el Señor era su Dios. Puesto que
Jehová es un Dios de amor y compasión, su pueblo debía mostrar los mismos
atributos. El mandamiento de amar a otros todavía está vigente hoy.
Si el cristiano ama como Dios
quiere y con la plenitud del Espíritu Santo para amar, naturalmente guardará los
mandamientos y las limitaciones de Dios concerniente al trato de los demás. El
que sinceramente ama a su prójimo no lo oprimirá ni le engañará, no le pagará
mal por mal y no guardará ningún rencor contra él.
B. Dos grandes mandamientos
Estos mandamientos de amar a Dios y
amar al prójimo son inseparables. El amor por los demás depende de nuestro amor
a Dios; y nuestro amor a Dios se demuestra por nuestro amor por los demás (1
Juan 4:20 al 5:2). Sin embargo, los dos mandamientos son distintos.
Amar a Dios, como lo describe el
Nuevo Testamento, no es algo normal para el hombre. La naturaleza con que
nacimos nos hace enemigos de Dios (Lucas 19:11-14; Juan 3:20; Romanos 5:10;
Colosenses 1:21). Amar a Dios como Jesús manda en Mateo 22:37 (Deuteronomio
6:4,5) debe ser la respuesta del hombre al amor que Dios tiene por él. Dios ama
a todo el hombre: su corazón, su alma y su mente. Por lo tanto, se espera que el
hombre ame a Dios con todo su ser.
El amor por los demás depende del
amor que Dios nos mostró a nosotros de antemano. `Amados, si Dios nos ha amado
así, debemos también nosotros amarnos unos a otros» (1 Juan 4:11). El amor del
cristiano por los demás refleja el amor de Dios por nosotros. El Espíritu Santo
es el que hace que el amor de Dios por nosotros se convierta en amor por otros
(Gálatas 5:22).
Pregunta: ¿Cree usted que Dios
espera que amemos a nuestros prójimos aun cuando es difícil amarlos? Si es así,
¿cómo la hacemos?
Romanos 5:5 nos presenta otra forma
de demostrar el amor de Dios por otros a través de nosotros. Dios no espera que
amemos a otros sin su ayuda. El amor con que amamos a los demás es en verdad el
amor de Dios que rebosa en nuestros corazones para contagiar a otros. Es el amor
de Dios visto a través de nosotros. A través de la oración, Dios nos da amor por
otros cuando nos resulta imposible amarlos sin su ayuda.
II. Compasión por todos Romanos
1:14; Gálatas 6:9,10
A. Pagando una deuda
Pregunta: ¿Qué quiso decir
Pablo en Romanos 1:14 cuando dijo que era un deudor? ¿Acaso somos deudores como
Pablo?
Así como el amor de Dios se recibe
para demostrarlo a los demás, también la comisión de predicar el evangelio a
toda criatura fue para Pablo una deuda que le debía a cada hombre, mujer y niño.
No le importaba de qué nacionalidad o cultura fueran sus oyentes.
Los "sabios" y "no sabios" son otra
forma de decir "griegos" y "no griegos". Pablo quería que toda persona, sin
importarle su nacionalidad o educación, escuchara la Palabra de Dios. Pablo les
estaba escribiendo a los griegos, cuya civilización había dado al mundo muchos
logros intelectuales y artísticos. Al mismo tiempo, quiso informarles que él
también tenía el deber de llevar el evangelio a otros pueblos, "a los no
griegos". Aunque "no griegos" se define como razas no civilizadas, Pablo usó el
término para decir, a otros además de griegos. Pablo pudo haber incluido a los
"ricos" y a los "pobres", a los "fuertes" y a los "débiles", a los "jóvenes" y a
los "ancianos". De cualquier manera que se clasificaran, Pablo les debía la
oportunidad de escuchar el mensaje del evangelio.
Tal es el espíritu misionero que
todavía palpita en los corazones de creyentes dedicados. Ya sea ir en persona
con el mensaje, ya proveer las finanzas para que otros vayan, la obligación aún
esta presente. Así como a Pablo se le había encargado predicar el evangelio a
otros pueblos, a nosotros se nos ha encargado la misma tarea. Les debemos el
evangelio a los perdidos. En verdad, es una deuda que debe pagarse.
B. Haciendo lo bueno
Hacer el bien puede ser un trabajo
agotador. Es fácil desanimarse, perder interés en nuestra tarea, o aun 'fiarse
por vencido. El incentivo para hacer el bien es esencial.
En Gálatas 6:9, Pablo proveyó el
incentivo en su selección de comparaciones. Hacer el bien es semejante a la
siembra del grano en el campo. No veremos los resultados de la siembra
inmediatamente, pero "a su tiempo segaremos, si no desmayamos».
Si el sembrador se cansa de tirar
la semilla y sólo siembra la mitad del campo, sólo cosechará la mitad. Si
queremos una cosecha completa de buenas obras, debemos sembrar y tener paciencia
como el sembrador que espera el "precioso fruto de la tierra" (Santiago 5:7).
Muchos cristianos son como los niños: quieren sembrar la semilla para luego
cosecharla ese mismo día.
Pregunta: ¿Qué será nuestra
cosecha si no nos cansamos de sembrar buenas obras?
Pablo no especificó qué cosecha
recibiría el creyente si fielmente seguía sembrando buenas obras. Pero sabemos
que las buenas obras, hechas como para el Señor, producirán una buena cosecha.
Pueden traer consuelo y alivio a la gente necesitada. Pueden causar que un
pecador acepte a Cristo como su Salvador; puede ser una cosecha que trae
noticias de gran gozo al cielo y al que cosecha. Hacer buenas obras puede
detener el deterioro moral de la sociedad, y hacer que nuestras comunidades sean
mejores lugares para vivir (1 Timoteo 2:1-4). Al final, el cielo recompensará al
que hace buenas obras por el fiel servicio que hizo en la tierra.
El bien que debemos hacer a toda
persona se cumple por medio de la obra del Espíritu Santo en nosotros. Sólo al
tener una relación vibrante con el Señor podrán nuestras vidas producir mucho
fruto que permanecerá por la eternidad.
La exhortación de hacer el bien es
más específica al final de Gálatas 6:10: "Así que, según tengamos oportunidad,
hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe." Mientras es
nuestro deber hacer el bien a todos, estamos obligados a hacer el bien y
bendecir a los hijos de Dios y a los hermanos en la fe. La frase, "a todos"
indica que el amor cristiano no tiene limitaciones. La mención de "la familia de
la fe" sirve para reiterar que la prioridad del amor cristiano es suplirlas
necesidades de otros creyentes.
Es lamentable cuando el mundo ve
que el creyente carece de las necesidades básicas. Tales circunstancias parecen
sugerir que Dios no es capaz de cuidar a su pueblo. Pero en realidad, mucho del
cuidado de Dios por nosotros se ha delegado a otros cristianos. Nuestra
compasión debe extenderse hacia todos los que influyamos, más aun a otros
creyentes, demostrándoles nuestra firme dedicación a la ley del amor. A medida
qué suplimos las necesidades de otros creyentes, también estaremos creando un
ambiente que atraerá a otros a la familia de Dios.
III. Demostrando amor Romanos
13:8-10
A. El amor y la ley
Pregunta: ¿Es cierto que el
mandato de no deber nada a nadie significa que toda persona que compra una casa
con dinero prestado está violando las instrucciones bíblicas?'
En una parábola, Jesús habló de un
rey que perdonó una deuda de 10.000 talentos a un siervo que luego rehusó
perdonar la deuda de 100 denarios a otro siervo. En ninguna parte denuncia Jesús
el hecho de que había una deuda. "No debáis a nadie nada" podría explicarse
como: "Uno no debe rehusar pagar sus deudas para estar al corriente."
El verdadero énfasis de Pablo no
estaba en la deuda monetaria. Al llamar la atención al concepto de deudas, quiso
hacer hincapié en el gran deber que tiene cada creyente de amar a otros. Con el
tiempo, el cristiano debe cancelar toda deuda monetaria, pero la gran deuda de
amar a otros siempre debe continuar. Jamás llegará el momento en que ya no se
necesita amar.
El que ama a los demás ha cumplido
con la ley (v. 8). Todos los mandamientos sobre las relaciones entre personas se
resumen en un solo mandamiento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (v. 9). Si
verdaderamente amas a una persona, jamás querrás matarla o adulterar con su
cónyuge, tampoco robarás su bolsillo, mentirás o codiciarás sus bienes. Así que,
el amor cumplirá la Ley, no destruyéndola, sino guardando cada mandamiento de la
Ley, motivado por el amor más bien que por el deber.
B. El resumen de todos los mandamientos
Pregunta: Si alguien desobedece
los mandatos de Dios, ¿de qué carece?
Ya se ha dicho que el amor cumple
la ley en forma positiva, proveyendo la motivación positiva para obedecer los
"no harás" de la ley. Una verdad relacionada con esto debe notarse: Desobedecer
cualquier mandato de Dios es evidencia de que el amor que Dios requiere no está
presente.
El amor no hace daño al prójimo. Un
comentario perfecto sobre esta verdad se encuentra en otro pasaje inspirado por
el Espíritu y escrito por Pablo: 1 Corintios 13. El amor es sufrido con el
prójimo, y benigno. No es jactancioso ni se envanece, sino que pone al prójimo
primero (v. 4). El amor no busca lo suyo, sino el bien de su prójimo (v. 5);
hasta se olvida de sí mismo, y piensa sólo en el bienestar de los demás. No se
irrita con su prójimo, y desea el bien antes que el mal para los demás (13:5);
cree lo mejor de su prójimo en vez de lo peor.
La suma de todos los mandamientos
que tratan con la forma en que nos llevamos con los demás se resume en una
palabra: AMOR. Demostrar este amor cumple con toda la Ley.
Aplicación
Es difícil que nuestro amor a Dios
sea tal que nunca desobedeceremos sus mandamientos. Por lo que conocemos de
nuestros sentimientos, emociones y reacciones, parece imposible alcanzar o
manifestar un amor perfecto. Pero Dios sabe que no podemos lograrlo. Es una obra
de gracia, una obra del precioso Espíritu Santo. Dios ha prometido cumplir esa
obra en nosotros, si se lo pedimos y permitimos que lo haga.
Aunque la obra es completamente de
Dios, no estamos absueltos de toda responsabilidad. No podemos culpar a Dios si
no vemos su amor demostrado en nuestros corazones. Cuando vemos imperfecciones
en ese amor que demostramos, sólo podemos culparnos a nosotros mismos y a nadie
más. No hemos permitido que Dios haga todo lo que El quiere hacer en nosotros.
Haga un voto de cumplir con su
obligación de permitir que el Espíritu Santo desarrolle en usted una medida
plena de su fruto. Ore específicamente que ese amor perfecto sea formado en su
vida. Habrá momentos cuando parece que Satanás está multiplicando sus esfuerzos
para impedir que usted sea transformado a la imagen de Cristo. Pero crea, la
obra de Dios siempre está progresando.
Al mismo tiempo que le está
pidiendo a Dios que cumpla en usted su obra, empiece a orar por el prójimo. La
oración de intercesión consiste en orar por los demás. Al pedirle a Dios que lo
bendiga y prospere - en forma física, material, y espiritual - notará que la
obra del Espíritu Santo en usted le hará amar más a su prójimo.
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