Fondo Bíblico: Hechos 4:1-31
Verdad central: Cuando los cristianos oran, el Espíritu Santo les da denuedo
para testificar de Cristo.
Texto áureo: Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados
tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la
palabra de Dios. Hechos 4:31
Objetivo
Relatar el testimonio valiente de Pedro y Juan ante la oposición, y proponerse
con denuedo a compartir el mensaje del evangelio con los demás.
Bosquejo
I.
Un ministerio efectivo
A.
Un choque inevitable
B.
El poder de la Palabra
II. Un testimonio valiente
A.
El dilema del enemigo
B.
El poder del Nombre
III. Una oración poderosa
A.
El respaldo mutuo
B.
La respuesta de Dios
Introducción
En
Hechos 3:1, aprendemos que Pedro y Juan observaron la "hora novena" (3 de
la tarde) como la hora de oración en el templo. Aunque habían aceptado a Cristo
como su Salvador, los creyentes de la Iglesia Primitiva todavía seguían la
práctica de los judíos de ir al templo para orar. Esta ocasión les proveyó una
oportunidad para un milagro que sacudió a la institución religiosa de los
judíos. También trajo una multitud para escuchar a Pedro y a Juan predicar al
Cristo resucitado.
Cuando un mendigo sentado a la puerta del templo pidió limosna a los dos
apóstoles, Pedro le dijo que los mirara, y luego le dijo que se levantara y
caminara en el nombre de Jesús. La multitud se quedó asombrada y maravillada.
Pedro inmediatamente comenzó a predicar a Cristo. Las nuevas se difundieron
rápidamente, trayendo a los líderes religiosos al lugar para investigar el
milagro.
Comentario Bíblico
I.
Un ministerio efectivo (Hechos 4:1-4)
A.
Un choque inevitable
Tarde o temprano, era inevitable un choque entre los creyentes y el cuerpo de
líderes religiosos en Jerusalén. Este fue el primer encuentro registrado, y
terminó pacíficamente. En ese tiempo, los oponentes de la Iglesia no estaban muy
seguros de cómo tratar con la situación. Más tarde su oposición a los creyentes
sería violenta, pero en esta ocasión decidieron elegir el camino de la
moderación.
Los hombres encargados de investigar el tumulto en el templo tenían diferentes
oficios. Era natural que viniera el jefe de policía en el templo, como él estaba
encargado de guardar el orden. Los sacerdotes que estaban a cargo de los ritos
diarios del templo se preocuparon por lo que había ocurrido. Uno de los dos
grupos más grandes que se habían opuesto a Jesús, los saduceos, también estaba
presente. Los saduceos estaban especialmente molestos porque los apóstoles
estaban predicando que Jesús había resucitado de los muertos. Ellos decían que
"no hay resurrección" (Hechos 23:8). Si Jesús había resucitado, esto traería
a la escena consecuencias muy serias para ellos. Significaría que Jesús era
quien Él había dicho ser, el Mesías, el Hijo de Dios. Si Él había resucitado,
todos los muertos también resucitarían. La resurrección de los muertos era un
tema muy delicado para los saduceos.
Pregunta: ¿Por qué es la resurrección de Jesús la base principal del
cristianismo?
Si
Jesús no resucitó de los muertos, él no tiene más derecho a que le obedezcamos y
lo amemos que cualquier otro maestro religioso. Si él resucitó, esto significa
que el sacrificio que él hizo en la cruz ha sido aceptado por el Padre como el
medio de redención para los pecadores. Con razón Satanás siempre ha tratado de
que la gente no crea en la resurrección.
Después de proclamar la verdad a las multitudes presentes, Pedro y Juan ahora se
vieron forzados a acompañar a sus captores.
Pregunta: ¿Por qué fue que Pedro y Juan no resistieron el arresto?
La
acción de sus enemigos fue injusta, pero no más que cuando Jesús fue arrestado.
El no resistió, y los apóstoles siguieron su ejemplo.
B.
El poder de la Palabra
Era la última hora de la tarde. El tribunal judío, el sanedrín, no podría
reunirse hasta el día siguiente. Si la defensa se tomaba mucho tiempo, podría
seguir hasta la media noche; el sanedrín sólo se reunía durante las horas del
día. Consecuentemente Pedro y Juan tuvieron que pasar toda la noche en la
cárcel.
Ahora vemos el poder de la Palabra de Dios. Pedro y Juan habían predicado sobre
la muerte y resurrección del Señor Jesús, declarando que El es el Mesías, el
Hijo de Dios. Los enemigos de Jesús pondrían a sus seguidores en la prisión,
pero jamás apresarían el mensaje.
No
todos los que integraban la multitud fueron salvos; "el número de los varones
era como cinco mil." Aunque el versículo 4 habla de "varones", la cifra
probablemente incluye a hombres y mujeres. Ellos habían oído la Palabra y
creyeron. Parece haber poca duda de que estos 5.000 fueron salvos después del
grupo inicial de 3.000 el Día de Pentecostés. Esto recalca el poderoso impacto
que el Espíritu Santo estaba teniendo sobre Jerusalén a través de la predicación
del evangelio.
II. Un testimonio valiente (Hechos 4:5-22)
A.
El dilema del enemigo
La
oposición principal de Jesús venía de los fariseos, pero fueron los saduceos los
que se convirtieron en los enemigos más feroces de la Iglesia Primitiva. Ellos
dominaban el sanedrín, y el tribunal en ese día se había reunido
para escuchar las acusaciones contra Pedro y Juan. Los dos apóstoles estaban en
medio de un grupo de adversarios, pero debemos recordar que ellos estaban llenos
del Espíritu Santo. Ellos no estaban intimidados, como su testimonio demostró
ese día.
Los miembros del tribunal estaban en un semicírculo, y a Pedro y a Juan se les
ordenó que se pusieran de pie, en el centro. El versículo 7 muestra que sus
adversarios no negaron que había ocurrido un milagro. La pregunta de ellos era:
"¿Cómo lo hicieron? ¿Con qué poder? ¿En nombre de quién?"
Pregunta: ¿Cuál era el dilema principal de los saduceos?
Los saduceos profesaban creer en Dios y en la ley de Moisés, pero negaban lo
sobrenatural. Si un hombre cojo de nacimiento había sido sanado
instantáneamente, se enfrentarían con un suceso que iba más allá del
razonamiento humano. Buscaban la oportunidad para negar que Jesús tuviera algo
que ver con el milagro.
Pedro se dirigió a la corte de gobernantes y ancianos de Israel con todo
respeto. Pero con el poder del Espíritu Santo respaldando cada palabra que
decía, Pedro no perdió tiempo para explicarles qué fuente de poder y qué Nombre
eran responsables del milagro de sanidad.
B.
El poder del Nombre
Pedro clasificó el milagro como una "obra buena" siendo que un hombre que antes
no podía caminar ahora estaba sano. Esto tomó por sorpresa a estos líderes
religiosos, porque ¿quién desearía criticar tal acto? Todos los demás estaban
regocijándose de lo que había sucedido; la corte seguramente se vería mal si
adoptara una actitud negativa.
Pedro quería que se entendiera que él no solamente estaba dirigiéndose al
sanedrín sino a toda la nación de Israel (v. 10). La corte preguntó el nombre
del hombre responsable de ese milagro, así que Pedro se lo dijo: "Jesucristo
de Nazaret".
Pregunta: ¿Es significativo que Pedro mencionara el nombre de Jesucristo y
no solamente Jesús?
El
nombre "Cristo" (Mesías) identificaba a Jesús como Aquel a quien Israel había
esperado por tanto tiempo como su Redentor. El es la simiente de la mujer
profetizado en Génesis 3:15. Mientras estaba en la tierra se le conocía como
Jesús de Nazaret, pero Él es más que eso. El es el Cristo, el Ungido enviado por
Dios.
El
denuedo de Pedro se manifestó aun más cuando acusó a los oficiales del sanedrín
de la muerte del Mesías: "a quien vosotros crucificasteis" (v. 10). A la
vez, estos hombres del tribunal necesitaban darse cuenta de que su acto terrible
no detuvo el plan de Dios, ya que Cristo había resucitado de los muertos. Como
el Señor una vez crucificado pero ahora resucitado, Él mostró su poder al sanar
al hombre cojo.
No
hay una afirmación más poderosa acerca de cómo podemos ser salvos que el
versículo 12. Cuando Pedro declaró que no hay salvación excepto en Jesús, él
echó abajo las enseñanzas de los judíos que la salvación viene por cumplir las
obras de la Ley. Una vez más Pedro se refirió al "nombre", testificando que no
hay ningún otro nombre "en que podamos ser salvos". A través de los
siglos, esto vino a decir que Jesús es el único, no hay nadie más. Todo ser
humano debe aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador o estará perdido por la
eternidad.
Las autoridades religiosas no sólo se oponían al contenido de las enseñanzas de
los apóstoles, sino que además de ello, su reconocimiento como maestros era una
afrenta al sistema religioso de la época. Supuestamente, sólo aquellos que
habían sido enseñados en las escuelas rabínicas podían enseñar. Pedro y Juan no
tenían tal preparación. A los ojos de los hombres que los arrestaron, ellos eran
intrusos en un oficio sagrado.
A
pesar de la oposición demostrada por los líderes religiosos, ellos se quedaron
maravillados ante el denuedo que el Espíritu había dado a Pedro y a Juan (v.
13). ¿De dónde obtenían tal conocimiento y poder para expresarse? Aun estos
individuos fríos y escépticos discernían que lo que acababan de presenciar era
la influencia de Jesús sobre estos dos apóstoles.
La
posición del sanedrín se volvió aun más difícil porque el hombre sanado estaba
presente. Su presencia era evidencia de lo que Pedro y Juan recién habían
predicado acerca de Jesús. Todos en la ciudad conocían al hombre. Día tras día
alguien lo había llevado junto a la puerta del templo para mendigar. Ahora él
estaba de pie con los apóstoles. Sus enemigos "no podían decir nada en
contra".
Después de hacer salir del concilio a Pedro y a Juan, los miembros
conferenciaron rápidamente entre sí. Debe haber sido doloroso para ellos admitir
que había ocurrido un "milagro" sobresaliente, pero no había otra alternativa.
La única ruta que les quedaba fue amenazar a los apóstoles y prohibirles hablar
en el nombre de Jesús.
Entonces volvieron a llamar a los apóstoles y "les intimaron que en ninguna
manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús". A esto Pedro y Juan
respondieron que ellos debían obedecer a Dios antes que a los hombres; y que
ellos sólo estaban diciendo lo que habían visto y oído.
En
esta ocasión lo único que los líderes religiosos pudieron hacer fue dejarlos
libres. En esta ocasión el evangelio había ganado una victoria.
III. Una oración poderosa (Hechos 4:23-31)
A.
El respaldo mutuo
Luego de este incidente, Pedro y Juan hicieron lo que tendría que ser natural
para todo cristiano. Regresaron a la compañía de otros creyentes que compartían
la misma fe y las mismas preocupaciones. Cuando el mundo se opone, el pueblo de
Dios necesita el respaldo y el amor que son una parte importante de la verdadera
Iglesia. Así que Pedro y Juan dieron un informe de lo sucedido al pueblo de
Dios, que sabía enfrentar tales situaciones.
Pregunta: Cuando comenzaron a orar, ¿qué clase de actitud demostraron los
cristianos?
Entre ellos no había ningún temor ni desesperación. Era la clase de unidad que
sólo el Espíritu Santo puede crear. Una vez más encontramos la expresión
"unánimes" (v. 24). Ellos levantaron su voz, no "sus voces". Todos compartieron
los mismos deseos y motivos.
Al
principio ellos reconocieron la soberanía de Dios. El es el Creador del cielo y
de la tierra, así que El controla completamente su creación. Lo que acababa de
ocurrir era lo que las Escrituras habían predicho, porque ellos recordaron las
palabras del Salmo 2:1,2. Estos versículos describen el espíritu rebelde del
hombre contra Dios, pero también declaran la victoria total de Dios sobre cada
manifestación de anarquía moral. La oposición de los romanos y judíos a Jesús
fue algo que Dios había predicho siglos antes que los acontecimientos se
desarrollaran (Hechos 4:27.28).
B.
La respuesta de Dios
Pregunta: ¿Por qué mencionó el pueblo las amenazas de sus enemigos en sus
oraciones? (v. 29).
Se
dieron cuenta de que existía un peligro que no podía tomarse a la ligera. No
serían intimidados pero tampoco tenían la intención de volverse imprudentes.
Pusieron las amenazas de sus enemigos en manos del Señor y oraron que Él le
diera a su pueblo más denuedo que nunca mientras continuaban predicando su
Palabra. Al orar por más milagros, estaban pidiéndole al Señor que hiciera las
mismas cosas que les habían causado problemas. No pidieron ser librados o tener
seguridad personal. Dios respondió poderosamente, sacudiendo el edificio donde
estaban, y dándoles poder y el denuedo del Espíritu Santo por el cual habían
orado.
Aplicación
Debemos reconocer que nuestra dedicación a Cristo traerá grandes desafíos del
mundo hostil. No se puede esperar que un mundo que odió a Cristo ame a su
pueblo y lo trate bien. Si permitimos que nuestra dedicación al Señor sea
sacudida por la oposición de los incrédulos, hay algo que falla en nuestra
dedicación. Nuestro propósito como cristianos es el de propagar el evangelio y
de ganar almas para Cristo. Cuando experimentamos oposición en nuestro
ministerio, debemos aceptarlo como parte del precio que pagamos por ser sus
discípulos.
Nunca debemos atrevemos a depender de nuestras propias fuerzas o habilidades.
Jesús prometió que el Espíritu Santo nos revestiría de poder para testificar;
también nos ayudará a soportar las persecuciones cuando vengan. No debemos
subestimar nuestra oposición, pero tampoco debemos permitir que nos intimide. El
poder del Espíritu Santo en nosotros es mayor que el poder de Satanás en el
mundo.
El
mundo estaría dispuesto a aceptar nuestro mensaje si estuviéramos dispuestos a
ceder en algo. Si diluyéramos las demandas del evangelio seríamos más populares,
pero Jesús no cedió en su mensaje. El es el único Señor y Salvador, el único
camino al cielo. No puede haber negociaciones cuando se trata de esta verdad.
Sean cuales sean las circunstancias que enfrentamos, la oración es la clave para
sobreponemos a nuestros temores y a la oposición del mundo. No estamos solos en
la lucha. Somos parte de un Cuerpo, y como creyentes debemos respaldamos unos a
otros.
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