Los últimos días he estado pasando por una situación incómoda de enfermedad. No me siento con la suficiente salud que quisiera, de hecho siento constantes molestias en mi cuerpo y aunque no es algo grave que me lleve a postrarme en cama me siento incomodo andar con este estado de salud.
Esta mañana al llegar a la oficina oraba
a Dios y le pedía que si era su voluntad me sanara, que ya no quería
seguir con lo mismo, que estaba cansado de las constantes molestias. De
pronto, mientras oraba me hice la siguiente pregunta: ¿Y si no es la
voluntad de Dios sanarme?, seguida de la siguiente: ¿Y si Dios quiere
que pase por esto?, claro dichas preguntas no opacaron mi fe, pero me
hicieron ver todo desde otro punto de vista, desde el punto de vista de
someterme al proceso de enfermedad y afrontarlo.
Es duro cuando piensas que has hecho los
suficientes meritos como para que la enfermedad no te toque, es duro
cuando piensas que Dios no va permitir que te enfermes porque crees que has hecho lo suficiente
como para merecer el favor de Dios y no pasar por la enfermedad. Pero,
¿Qué tal si Dios quiere que pases por eso?, no, no vamos a hablar de un
Dios cruel porque eso sería una blasfemia,
tampoco vamos a decir que la enfermedad nunca llegará a los hijos de
Dios porque si eres humano de carne y hueso, entonces debes saber que te
enfermaras tarde o temprano, es parte de la vida.
Ahora bien, ¿Cómo afrontar el periodo de enfermedad?,
hay dos formas de enfrentar la enfermedad y cada uno de nosotros
podemos optar por una de ellas sabiendo de antemano las consecuencias de
cada decisión que tomemos.
Primero: Puedes afrontar
la enfermedad quejándote, echándole culpas a Dios, sintiéndote
defraudado y hasta dudando de la existencia de Dios. Hay una
gran cantidad de gente que cuando se enfrenta a la enfermedad pierde su
fe, y la pierde porque “confió” en Dios en que iba a sanar y no sano.
Hay algo que tenemos que entender, yo no confió en Dios porque espero
que Él haga todo lo que yo le pida, confió en Él porque sé que Él tiene
cuidado de mi, ya sea acá en la tierra o en lugar que me tiene preparado
para el día de mi partida de este mundo. Mi confianza en Dios no depende de mi estado de salud, ni de una respuesta que espero que me conteste si o si, sino de lo que Él ya hizo un día muriendo en mi lugar y dándome la oportunidad de ser perdonado de mis pecados y comenzar una nueva vida que antes no tenía.
Si tu eres una persona que cree que Dios
tiene que obedecer a todo lo que pidas estas muy confundido, porque
Dios no es nuestro siervo que tiene que hacer todo lo que le digamos, él
es nuestro Señor y nosotros somos los que debemos someternos a sus
decisiones.
Lo peor que puedes hacer en medio de la
enfermedad es perder la fe, a veces las enfermedades que afrontamos son
consecuencias de nuestros malos hábitos, otras son enfermedades
hereditarias y otras que ocurren sin tener un origen claro son parte del
repertorio de enfermedades a las que podemos optar en este mundo, pues
recuerda que aunque somos creyentes seguimos siendo humanos y nuestro
cuerpo puede padecer cualquier enfermedad.
Enfrentar la enfermedad quejándote y echando culpas puede ser el peor
fin que un ser humano puede tener, pues más allá de morir de una
enfermedad lo peor que puede haber es morir sin fe y sin una esperanza.
Segundo: Puedes afrontar la enfermedad con tu fe intacta y con tus ojos puestos en Jesús.
Quizá muchos que pasen enfermedades tendrán el privilegio de ser
sanados por Dios, otros a lo mejor no tendrán ese privilegio, pero el
mayor privilegio que podemos tener en este mundo es mantener nuestra fe
intacta en medio de cualquier circunstancias. Cuando entendemos que la
enfermedad es un proceso por lo que todos los seres humanos pasaremos,
comprendemos también que no vale la pena renegar o echar
culpas, sino más bien afrontar lo que viene confiando en Dios, pero
confiando no solo en una sanidad si es que se llegará a dar, sino
también confiando en que si no llegamos a sanar tenemos un mejor lugar
junto a nuestro Señor y Salvador.
El mayor tesoro que el ser humano puede tener es la esperanza, esa esperanza de saber que un día estaremos por toda una eternidad con el Señor, que no importa lo que nos toque enfrentar en este mundo, pues un día estaremos junto a nuestro creador por toda una eternidad, en donde la misma Biblia describe que: “Él
les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza
ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».” Apocalipsis
21:4 Nueva Traducción Viviente (NTV).
Quizá en este momento que estás leyendo
estas líneas estés pasando por una enfermedad, a lo mejor te sientes
igual o peor que yo, quizá también al igual que yo has orado a Dios para
que te sane, sin embargo no hemos visto una respuesta instantánea como
la quisiéramos ver. ¿Será eso motivo para dejar de creer o dejar de
confiar en Dios?, de ninguna manera, mi fe no se vende por una
respuesta, mi fe está en el Dios que hizo los cielos y la tierra.
No sé si Dios querrá sanarme o moriré algún día
de una enfermedad, pero lo que sí sé es que mi fe no desfallecerá, pues
lo que Dios ha hecho en mi vida es mucho más grande que sanar una
enfermedad de mi cuerpo, Dios me sano el alma, Dios me perdono de mis pecados y cambio mi vida. Ese día en el que me extendió sus brazos para perdonarme es el mejor día
que pude vivir, ese milagro de la salvación es mucho más grande que
cualquier otro y por eso Dios se merece toda mi confianza, se merece
toda mi fe, se merece toda mi esperanza, porque hizo un día lo que nadie más quiso hacer por mí, murió en mi lugar para darme
vida eterna, no una vida que se acaba en la tierra, sino una vida que
va más allá de la muerte terrenal, por eso y más puedo declarar como un día Job lo declaró: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” Job 13:15 Reina-Valera 1960 (RVR1960).
Hoy te invito a que juntos sigamos creyendo en lo maravilloso que es Dios. Sonriamos cada día al despertar al darnos cuenta que Dios ha sido bueno de regalarnos un día
más de vida. Sonriamos al ver a nuestra familia, a nuestros hijos a
nuestros conyugues, sonriamos al darnos cuenta que hemos sido más
bendecidos de lo que un día creímos merecer. Sonriamos porque un día Dios nos salvo y nos regalo la entrada al reino de los cielos a través de Cristo Jesús, y eso es suficiente razón para sonreír y mantener nuestra fe intacta en medio de cualquier circunstancia.
Hoy elevo una oración a Dios por ti que
me lees, oro a Dios para que en medio de la enfermedad siempre tengas la
fortalece y la fe que se necesita para afrontar ese episodio de la
mejor manera posible. Oro por aquellos que piden sanidad y que Dios en
su infinita misericordia ha tenido a bien sanarlos, oro también por
aquellos que no serán sanados para que en medio de su enfermedad no se
olviden a alabar y adorar a Dios.
Pero sobre todo oro para que Dios nos haga ver lo maravilloso que ha
hecho en nuestra vida y lo importante que fue que un día nos diera vida y vida en abundancia, pues la vida que Jesús nos da es para siempre.
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