No hay duda que Dios tiene escrito un plan perfecto para nuestra vida, pero, ¿Hasta donde podemos interferir para que esos planes no se lleven a cabo en el tiempo y circunstancias estipuladas?
Hay algo de lo que la mayoría de nosotros padecemos y es que nos es muy difícil esperar, somos muy desesperados, pareciera que la palabra “ESPERAR”
significa toda una eternidad y es allí cuando la desesperación nos
impulsa a tomar decisiones orientadas más por la falta de capacidad de
esperar que por ser acertadas.
Primero: Querer darle una ayudadita a Dios.
El mejor ejemplo de esto se encuentra en la historia de Abraham y Sara.
Dios le había hecho una promesa a Abraham que su descendencia seria
como las arenas del mar y las estrellas de los cielos, es decir:
incontables. Sin embargo ellos se encontraban en contra de varias
situaciones, una de ellas la
edad de Sara, la cual ya no era propicia para quedar embarazada, es más,
cuenta la Biblia que Sara había ya cesado en su periodo es decir que
físicamente ya no era acta para quedar embarazada, si a eso le sumamos
que en su etapa de “fertilidad” tampoco pudo quedar embarazada debido a
su inminente infertilidad, entonces podemos concluir que era imposible
que la promesa de Dios pudiera cumplirse hablándolo en termino humano y
físicos. Por ello Sara tuvo la “brillante idea” de darle una ayudadita a
Dios, propuso a su esposo acostarse con su criada Agar y dejarla
embarazada: “Abram tenía ya
diez años de vivir en Canaán, y su esposa Sarai aún no había podido
tener hijos. Pero como ella tenía una esclava egipcia que se llamaba
Agar, le propuso a su esposo: «Abram, como Dios no me deja tener hijos,
acuéstate con mi esclava y ten relaciones sexuales con ella. Según
nuestras costumbres, cuando ella tenga un hijo ese niño será mío, porque
ella es mi esclava». Abram estuvo de acuerdo. Entonces Sarai tomó a su
esclava y se la entregó a su esposo. Abram se acostó con Agar, y ella
quedó embarazada. Cuando Agar se dio cuenta de que iba a tener un hijo,
comenzó a despreciar a Sarai. Entonces Sarai le reclamó a Abram: —Tú
tienes la culpa de que Agar me trate con desprecio. Recuerda que fui yo
quien te la entregó. Ahora resulta que como está embarazada, se siente
superior a mí. Por eso Dios habrá de castigarte.” Génesis 16:1-5
(Traducción en lenguaje actual). Querer “ayudar” a Dios a que se
cumplan sus promesas pueden llevarnos a actuar equivocadamente y a no
medir las consecuencias negativas que nos pueden acarrear nuestras malas
decisiones. Muchas veces creemos que las promesas de Dios se cumplirán
si decidimos llevar a cabo ciertas decisiones orientadas por nuestro
criterio, pero la verdad es que Dios no necesita que nosotros busquemos
las formas, sino más bien nuestra tarea es creer y la de Dios es actuar.
Dios es quien sabe mejor que medios utilizar para cumplir sus promesas y
cuando quiera que tu actúes hablará a tu vida directamente y pondrá en
tu corazón lo que tienes que hacer, mientras Dios no te hable no tienes
porque tratar de ayudarle.
Segundo: La falta de fe.
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto hacia la tierra la cual Dios
les había prometido, antes de poseerla enviaron a doce espías para que
supervisaran lo que allí había. Luego que supervisaron muy bien la
tierra la Biblia dice: “Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días.” Números 13:25 (Reina-Valera 1960).
Esto me hace pensar que la tierra prometida estaba muy cerca, a pocos
días de camino, sin embargo a pesar que Dios les había dado palabra que
les daría esa tierra ello dudaron a raíz del informe de diez espías
quienes tuvieron miedo de ser destruidos en esa tierra, a pesar que dos
de esos especias (Josué y Caleb) confiaban en que Dios les daría la
victoria, todo el pueblo prefirió hacer caso al informe de los otros
diez abonando así a su falta de fe. Esta falta de fe provoco que los
israelitas vagaran cuarenta años en el desierto antes de poseer la
tierra prometida que se encontraba en un principio a pocos días de
camino.
Tercero: El desesperarse. Saúl
el primer rey de Israel iba a librar una lucha contra los filisteos,
antes de ir a la batalla Samuel el profeta le había dicho lo siguiente: “Luego
bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo a ti para
ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días,
hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer.” 1 Samuel 10:8
(Reina-Valera 1960). Lastimosamente la presión del pueblo y la misma
desesperación de Saúl al cumplirse los días de espera lo llevaron a
tomar una decisión que le traería una dura consecuencia: “Y
él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero
Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. Entonces dijo
Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y
cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y
Saúl salió a recibirle, para saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has
hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que
tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban
reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a
Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y
ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no
guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado;
pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre.
Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón
conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe
sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó”.
La desesperación de Saúl provoco la declaración de la perdida de su
reinado. El desesperarnos en lugar de esperar nos puede llevar al
fracaso.
Pueda que hayan muchas más situaciones que puede evitar o hacer que los
planes de Dios no se cumplan en el tiempo que estaba establecido,
depende de cada uno de nosotros el saber reconocer que Dios no necesita
ayudas, que Él es Todopoderoso para actuar, también debemos mantener
nuestra fe en Él y no dudar, porque si Él es quien lo ha prometido,
entonces cumplirá, nuestra fe en Él nos llevará a conquistar la tierra
prometida, además el esperar nos hará mejores siervos, pues el esperar
tiene mucho que ver con la obediencia, mientras más obedientes somos,
más propensos a recibir lo prometido estamos.
Hoy quiero invitarte a confiar plenamente en Dios, a no dudar en nada, a
no querer tomar caminos cortos para llegar más rápido, sino que a saber
esperar los tiempos de Dios, por mucho que te presionen o por mucho que
te sientas desesperado al no ver la respuesta que quieres ver, no tomes
decisiones precipitadas, Dios es quien conoce lo mejor para ti y sabe
en que momento y en que circunstancias actuará, tu única tarea es creer y
esperar en Él.
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