El crecimiento y el
desarrollo del niño Jesús era probablemente un motivo de admiración
constante para sus padres, José y María. “El niño crecía y se
fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él…
estaba sujeto a ellos” (Lucas 2:40, 51). Incluso cuando ellos no
comprendían el sentido de lo que Jesús decía, su madre guardaba en su
corazón todo lo que le concernía y meditaba en ello con gozo. Nosotros
también podemos contemplar con admiración, al leer los evangelios, a
Aquel que, nacido de mujer, era y es Dios manifestado en carne, en toda
la perfección de su humanidad, santo y sin mancha.
¡Qué diferencia
con nuestros hijos, tan parecidos a nosotros! Su naturaleza, marcada
desde el nacimiento por el pecado, muestra rápidamente la voluntad
propia, pese a la belleza y frescura de la infancia. Entonces, ¿en qué
puede este modelo único de la infancia de Jesús, el Hijo de Dios, animar
y estimular a los padres cristianos? Si Jesús comenzó y continuó su
camino en la tierra de manera perfecta, no era para condenarnos a
nosotros, hombres pecadores. No, él fue hasta morir en una cruz para
salvarnos, para borrar nuestros pecados y darnos su propia vida.
Una
de las maravillas de su gracia es que, si bien es cierto que nadie puede
imitar su vida perfecta, hace más de 2.000 años Jesús abrió un camino
nuevo y vivo por el cual cada uno es invitado a entrar y a seguirle
desde la infancia (véase Hebreos 10:19-22).
La Palabra de Dios
dice a nuestros hijos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres,
porque esto es justo” (Efesios 6:1). La Biblia los coloca en la actitud
que tuvo Jesús cuando era niño. ¡Qué ánimo para los padres a fin de
criar a sus hijos en el amor y el temor del Señor! (Tito 2:14; Efesios
6:1, 4). ¿Qué nos aportan a nosotros, padres, los versículos del día?
–Crecer
en sabiduría: Ningún padre puede salvar el alma de su hijo. Sin
embargo, los padres tienen el privilegio de transmitir a sus hijos las
enseñanzas de la Biblia que pueden guardarlos y conducirlos a la
salvación (2?Ti-moteo 3:15). Esto requiere, por supuesto, que ellos
mismos se dejen dirigir por estas enseñanzas.
–Crecer en estatura:
Los padres cristianos, sin descuidar los consejos y cuidados médicos,
deben confiar primeramente a Dios los problemas de salud de sus hijos.
–Crecer
en gracia para con Dios: Jesús el Salvador también es el perfecto
modelo. Los padres deben orar para que sus hijos conozcan personalmente a
Aquel que los guardó desde su infancia y para que sigan sus pisadas.
–Crecer
en gracia para con los hombres: Cada niño tendrá que vivir entre los
hombres de este mundo. Enseñémosles a comportarse siempre con rectitud,
dulzura y humildad.
Padres cristianos, la tarea es difícil, incluso
imposible sin Él. Pero “fiel es Dios” (1 Corintios 10:13). Miremos a
Aquel que “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa
en nosotros” (Efesios 3:20).
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