“En efecto, estuvo enfermo y al borde de la muerte; pero Dios
se compadeció de él, y no sólo de él sino también de mí, para no añadir
tristeza a mi tristeza.” Filipenses 2:27
Epafrodito había sido enviado por la iglesia de Filipo para asistir a Pablo
y ayudarlo. Pero había un problema. En aquellos tiempos el acceso a los
presos no estaba permitido. No había organismos de derechos humanos, ni
consulados, ni abogados defensores que pudieran mediar. El preso era un
NN que había perdido sus derechos y sus esperanzas.
En consecuencia, para que Epafrodito pudiera encontrar a Pablo, primero tuvo que averiguar en que cárcel estaba, y luego negociar o delinquir para llegar hasta donde Pablo
estaba. No sabemos que es lo que este buen hombre hizo, pero de algo
estamos seguros. Cumplió su misión. Sin importarle las consecuencias ni
los peligros, Epafrodito llegó hasta donde Pablo estaba para que reciba consolación, apoyo y ayuda. Pero el costo fue muy alto. Este hombre estuvo a punto de morir.
No sabemos si fue por alguna enfermedad, por los golpes o por los
latigazos; pero estuvo muy cerca de la muerte. Y en medio de la
oscuridad de la cárcel, no había mucho que se pudiera hacer. Excepto
orar. Y nuevamente vemos la mano de Dios en el cuidado de sus hijos. Epafrodito no murió, y Pablo agrega a modo personal: Dios permitió esto para no añadir tristeza a mi tristeza.
¡¿Cuántas cosas estarían pesando sobre el alma atribulada de Pablo?! Ni siquiera podemos imaginarlo. Pero Dios sabía
perfectamente el límite de su resistencia. Por eso, tensó la presión
hasta el máximo de su aguante; y cuando parecía explotar dio alivio.
Hubiera sido preferible que Epafrodito no enfermara, ni que Pablo estuviera
en la cárcel, ni que sufriera tanto. Pero Dios en su soberanía eligió
hacerlo pasar por el taller del sufrimiento para capacitarlo, mejorarlo y
potenciarlo.
Pero Dios jamás es sádico, ni disfruta con nuestro
sufrimiento. Él tiene un plan de bienestar y prosperidad para sus hijos;
pero también necesita capacitarnos. Tal vez hoy estás como Pablo, en medio de muchos problemas. Y necesitas aliviar tu tristeza. Dios
sabe tu capacidad de aguante. Jamás te va a presionar más de lo que
podés soportar. Y en su infinita misericordia, te quiere mejorar.
REFLEXIÓN — Dios sabe cuanto podemos aguantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario