Por precio fuisteis comprados. 1 Corintios 7:23
¡Qué precio pagó el Señor Jesús cuando murió en la cruz del Gólgota!
Él fue hecho hombre para poder ir a la cruz. Allí fue dejado solo. Los
seres humanos le rodeaban como enemigos. El cielo no le respondió cuando
él exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Proféticamente David expresó la queja del Señor, diciendo:
“Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han
aumentado más que los cabellos de mi cabeza” (Salmo 40:12). “Estoy
hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos
de aguas, y la corriente me ha anegado” (Salmo 69:2).
Jesús fue clavado y elevado en una cruz. En esos momentos el cielo se
cerró ante él. Allí, colgado entre el cielo y la tierra, terminó
muriendo bajo el castigo de Dios, porque Él cargó nuestros pecados sobre
Jesús, haciéndolo pecado por nosotros. Este fue el precio que Jesús
pagó por nuestra salvación. Fue el precio del amor. En el Cantar de los
Cantares se dice: “Fuerte es como la muerte el amor… sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor” (8:6- 7). Las
olas de Dios que sumergieron a nuestro Salvador no pudieron apagar su
amor. Cuando reflexionamos en todo esto, ¿no nos olvidamos de nosotros
mismos? ¡Pensemos en él y adorémosle!
Clavado en cruz Jesús murió, Por mi maldad allí sufrió; En mi lugar Él se encontró, Mi salvación así compró.

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