Nuestros pensamientos son el punto de partida de la obra del Señor. No puede hacer “más” sino tiene con qué.
Aprende a pensar. Haz tuyos los pensamientos del Señor para que se multiplique en tu vida y se hagan realidad.
Efesios 3:20 nos confirma: Y a Aquel que es poderoso para hacer
todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,
según el poder que actúa en nosotros.
Dios es poderoso y constantemente vemos muestras de ello. Por fe
comprendemos que hizo el universo con Su palabra, por eso sabemos que
las palabras tiene poder porque vienen de nuestros pensamientos. Son
capaces de crear o destruir, de sanar o enfermar, propiciar la paz o la
guerra y darnos amigos o enemigos.
El escritor de este pasaje no exagera cuando dice que Dios puede
hacer "mucho más abundantemente", así como no es exageración hablar de
Su inmenso amor que lo movió a entregar a Su Hijo por nosotros, y
tampoco se exagera sobre Su misericordia que es nueva cada mañana, o Su
perdón que toma nuestros pecados y los envía al fondo del mar para no
recordarlos más. Entonces, debemos convencernos de que no hay palabras
para describir Su poder que es capaz de hacer mucho más de lo que
entendemos y pensamos. Por eso es importante que pensemos.
Nuestros pensamientos son el punto de partida de la obra del
Señor. No puede hacer "más" sino tiene con qué. Primero debes darle la
materia prima para que haya punto de comparación. Si piensas que Dios
puede sanarte, seguramente te dará salud en abundancia. Si piensas que
Dios te bendecirá y te levantará, ten por seguro que Él tomará ese
pensamiento y lo hará palpable de forma sorprendente. Piensa bien porque
Su obra se basa en ello. Nunca he visto a Dios bendecir a alguien que
piensa mal de sí mismo. Quienes dicen "soy un inútil" no le dan al
Señor material para hacer algo útil en sus vidas. Por el contrario,
aquellos que no se disfrazan de falsa modestia y dicen: "Dios está
conmigo", son levantados. David no dijo: "soy rubio de hermoso parecer y
hermosos ojos, por eso no podré vencer a ese gigante que nos amenaza",
al contrario, creía en Dios y en él, por eso le explicó a Saúl cómo
peleaba contra leones y osos por defender las ovejas de su padre. Dios
le da la victoria a quienes confían en Sus promesas y en las capacidades
que les ha dado para salir adelante.
Sus pensamientos debes ser los tuyos
Salmo 139: 17 dice sobre los pensamientos de Dios: ¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de
ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún
estoy contigo.
Los pensamientos que Dios tiene sobre nosotros son preciosos y se
multiplican. El salmista hizo suyos los pensamientos de Dios, nota que
dijo: cuán preciosos "me" son tus pensamientos. Es decir que debemos
apropiarnos de los maravillosos pensamientos del Señor y pensar como Él.
El profeta dijo: "tus pensamientos no son mis pensamientos, tus caminos
no son los míos", eso significa que debemos hacer nuestros los
pensamientos del Señor para poder caminar en bendición. Dios piensa
bien de ti, toma esos pensamientos y hazlos tuyos.
Debes ser capaz de enumerar esos buenos pensamientos que tiene
sobre ti porque solamente así podrán multiplicarse. Escríbelos, léelos
en las Escrituras, proclámalos y medítalos para que Él los tome y
multiplique. Si crees que tiene una promesa para ti, las convertirá en
tres; si piensas que son tres, las convertirá en nueve; si estás
convencido de que son nueve promesas, Él te sorprenderá con ochenta y
una. Todo lo bueno se incrementa cuando nos apropiamos de Sus
pensamientos de bien para nosotros. El día que le entregué mi vida,
sabía muchas cosas de mí y también sabía algunas sobre Él, pero ignoraba
todo lo bello que Él pensaba de mí. Lo que cambió mi vida y cambiará la
tuya es conocer y aceptar lo que piensa de nosotros, cuánto anhela
bendecirnos y hasta dónde puede llevarnos. No basta saber de Dios y de
ti mismo, es imprescindible que sepas y hagas tuyos los pensamientos de
bien que el Señor tiene sobre ti.
Piensa en lo bueno
Filipenses 4:8 nos aconseja lo que debemos pensar: Por lo demás,
hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
El consejo es claro, no llenes tu cabeza de pensamientos de
fracaso y pecado. Sé positivo y piensa en todo lo bueno. Evalúa tu
pensamiento.
Lee estas palabras y clasifícalas según sean "de buen nombre" o
"de mal nombre": suicidio, enfermedad, divorcio, hijos en drogas, robo,
corrupción, injusticia, chismes, pobreza, inmoralidad sexual. Ahora lee
éstas: hogar, esposa, amor, paz, sana economía, justicia, salud,
trabajo, servicio. Definitivamente las primeras nueve son de mal nombre y
no debes pensar en ellas para no atraerlas a tu vida. Por eso, ten
cuidado con quien conversas porque dice la Palabra que las malas
conversaciones corrompen las buenas costumbres. Evita a las personas
que no pueden ayudarte a llenar tu mente con pensamientos positivos,
todo lo que hablas y escuchas influye en tu forma de pensar y actuar.
La perfecta voluntad de Dios
Romanos 12: 2-3 aconseja: No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para
que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios
repartió a cada uno.
La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta, créelo, no es
exageración, pero de tus pensamientos depende que la experimentes.
Nunca dudes de ello. Cuando te sientes derrotado y preguntas: ¿Por qué
Dios permite esto, por qué me pasa a mí?, no estás pensando como
deberías y le demuestras al Señor que dudas de Él. En la iglesia
podemos interceder por ti, llorar, orar y aconsejarte, pero nadie, ni
Dios, puede pensar por ti. Esa es tu tarea y mientras no pienses como
Él, no leas las Escrituras y te convenzas de Sus promesas, no podrás
pensar y hacer tuya Su voluntad de bien. Acércate al Señor y busca Su
consejo, los libros de Eclesiastés y Proverbios son muy prácticos y te
enseñan sobre el pensamiento de Dios en cada situación. No hay mejores
recomendaciones que las de tu Padre Celestial.
Llena tu mente y corazón de fe, no de duda, temor o
cuestionamiento. Todos tenemos una medida de fe diferente y podemos
incrementarla. Demuestra tu fe y piensa bien de ti porque la gente que
piensa mal de otros está proyectando lo que lleva dentro. Persevera en
pesar las cosas que Dios te dio para que se multipliquen en tu vida.
Aprender a pensar
Hebreos 4:12 describe la Palabra: Porque la palabra de Dios es
viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
La eficacia se relaciona con acciones, sólo una acción puede ser
eficaz. Aprende a ser eficaz en lo que piensas, aprende a pensar pues
somos lo que pensamos. Somete tus pensamientos a la Palabra del Señor,
haz tiempo para pensar si lo que estás pensando es correcto. Piensa
sobre tus pensamientos, parece difícil pero no lo es, evalúalos, si lo
que tienes es mente es correcto, bueno, puro, noble y digno de alabanza,
tómalo y ponlo en práctica, de lo contrario deséchalo y busca
renovarte.
La perseverancia que da paz
Isaías 26: 3 reconforta: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.
Persevera en Sus pensamientos y no desconfíes nunca de Él. Aunque
lo que anhelas no venga en el momento que quieres, no desesperes ni
permitas que la desconfianza entre en tu corazón, porque esa duda te
robará la paz. Dios sólo puede guardar en completa paz a quienes
siempre piensan bien de Él aunque la circunstancia esa adversa. El
Señor no puede bendecir al de doblado ánimo que un día piensa una cosa y
otro día cambia de parecer.
Hemos aprendido a pensar por reacción y no proactivamente.
Nuestra mente no descansa, todo el día pensamos, tenemos ideas, somos
bombardeados por lo que vemos y escuchamos. Esa transacción de
pensamientos no se detiene, pero debes hacer tiempo para detenerte y
aprender a pensar bien. Muchas veces nos arrepentimos de los que decimos
y hacemos porque no pensamos bien las cosas y actuamos por reacción.
Entonces debemos pedir perdón por los errores que cometemos.
Cambia tu sistema, reflexiona sobre tu forma de pensar y aprende a
hacerlo proactivamente, con calma y viendo hacia el futuro. Detente a
pensar, aparta un tiempo para estar a solas con Dios y Su palabra,
pídele que te enseñe a hacerlo, que te ayude a hacer tuya Su voluntad
buena y perfecta, que te muestre Sus promesas y las aceptes antes que
las malas noticias. Él puede ayudarte a entender que está a tu lado,
que tú y el Él son mayoría y que si se cierra una puerta, Él siempre
abrirá otra. Con esos pensamientos, sabrás que ante la crisis, no te
despedirán y si lo hacen, tendrás otra puerta abierta ante ti. Pensando
así podrás enfrentarte a todo. Si llegas a tu oficina y el gerente te
llama porque tiene una noticia que darte sobre el despido de personal,
puedes pensar dos cosas, que te despedirán o que serás de los que se
quedan. Si la noticia es que te vas, puedes decir que agradeces la
oportunidad y pensar que así como se cierra esta puerta, Dios abrirá
nuevas.
Cierta vez una persona metió en mi un pensamiento negativo. Me
dijo que no entendía por qué hacíamos un templo tan grande si había
tantos templos vacíos en el mundo. Entonces le consulté a mi Padre
Celestial. Le dije que estaba haciendo lo que me había pedido pero que
aún estábamos a tiempo para detenernos. Su respuesta fue que yo decidía
qué tipo de ministerio deseaba. Si quería ser como Su siervo en Corea
que tiene más de un millón de ovejas y no se dan a vasto las
instalaciones o quería ser de los que tienen templos vacíos. Entonces,
recapacité, recordé que nuestro equipo pastoral es fuerte y capaz de
sostener el ministerio, recordé que mi hijo y los hijos de nuestros
pastores tienen un hermoso llamado y que tenemos mucho por hacer para
llevar a la gente a Sus pies. Así que le pedí perdón y renové mis
fuerzas. Me sentí como cuando reprendo a mis hijos por algo que han
hecho que no les enseñé yo. Les pregunto: ¿dónde aprendiste eso? Dios
bien pudo decirme así, porque esa desconfianza no la aprendí de Él sino
de fuera y me dejé llevar. Él me dio Su perfecta paz cuando perseveré
en Sus pensamientos y los hice míos.

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