No importa qué tan oscuro o triste esté todo en tu vida, puedes echar
el peso de esa carga en Dios. Si lo haces, te elevarás más alto y verás
que sale el sol en tu vida.
A veces nos dejamos consumir tanto por los sueños, por vencer
obstáculos, que es lo único que pensamos, lo único de lo que hablamos y
lo único por lo que oramos. No seremos felices si no sucede exactamente
como queremos que suceda. Si no nos cuidamos, eso nos lleva a la
frustración y hasta el resentimiento.
Cuando percibes que esto sucede, debes regresar al lugar de reposo y
paz donde puedas decir con sinceridad: "Dios, confío en ti. Creo que
sabes lo que es mejor para mí. Y, Dios, aunque no funcione como quiero,
no me sentiré infeliz. No voy a permitir que esto arruine mi día. Tomo
la decisión de alegrarme en este lugar donde me pusiste".
Entre las historias de la Iglesia, hay una que es de mis
favoritas, la de Horatio G. Spafford, un rico comerciante que vivió en
el siglo XIX. Sin embargo, no es la historia de éxitos que podemos
escuchar en nuestros días. De hecho, enfrentó horribles tragedias en su
vida. Su esposa y sus cuatro hijas viajaban en un barco que cruzaba el
océano Atlántico, cuando la nave chocó con otra. Junto con más de
doscientas otras personas, las cuatro hijas de Spafford perdieron la
vida. La esposa le envió un telegrama informándole de la tremenda
noticia.
Horatio reservó un pasaje para cruzar el océano y así reunirse
con su atribulada esposa. En un momento, el capitán notificó que
pasaban por el lugar del accidente, donde murieron sus hijas. Horatio
miró con solemnidad las olas y esa noche escribió lo que se convertiría
en uno de los himnos más bellos de la fe cristiana: "Cuando la paz
como un río inunda mi alma, cuando la pena como el mar levanta sus
olas, pase lo que pase, tú me enseñaste a decir: ‘Todo está bien. Mi
alma está en paz’".
No importa lo que suceda en el camino de nuestra vida, tenemos
que ser capaces de decir: "Mi alma está en paz. La vida quizá me jugó
malas pasadas, pero mi alma está en paz. Todos mis sueños no se
cumplieron aún, pero está bien. No tengo apuro. Se harán realidad,
cuando Dios lo disponga".
Mi plan no resultó. Sin embargo, mi alma está en paz. Recibí una
mala noticia del médico, las cosas no se ven bien. Pero Dios tiene otra
noticia. Sé que Él puede hacer lo que los hombres no pueden. Y pase lo
que pase conmigo, todo está bien. Mi alma está en paz. Este es el tipo
de actitud que necesitamos.
Tal vez necesites una nueva
perspectiva. Quizá te concentraste en lo que no tienes, en lo que no
puedes hacer, en lo que está mal en tu vida. Le decías a Dios cada
cinco minutos qué hacer y cómo, informándole que no serás feliz a menos
que todo resulte exactamente como lo deseas.
Decide entregarle todo a Dios. El Salmo 55:22 dice: "Encomienda
al Señor tus afanes, y él te sostendrá". No importa qué tan oscuro o
triste esté todo en tu vida, puedes echar el peso de esa carga en Dios.
Si lo haces, te elevarás más alto y verás que sale el sol en tu vida.
Esto comienza cuando creemos que Dios está al mando. Tú puedes
decidir confiar en Él, estés donde estés. Cuando lo hagas, la batalla no
te pertenecerá más. Será del Señor. Pídele a Dios que te dé fortaleza
para soportar y reposa seguro de que Él cuidará de ti, aun en medio de
las más terribles tormentas de la vida.
Tenemos que desarrollar cada día un pensamiento como el siguiente: "Me
contentaré con el lugar donde Dios me puso hoy". Así lograremos
alcanzar lo mejor de cada uno de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario